Zinacantán
A poco más de 10 kilómetros de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, el pequeño valle de Zinacantán, población tzotzil de los Altos de Chiapas, se contrapone al verdor de las montañas que lo rodean, por el vertiginoso color carmín de sus vestimentas tradicionales, arremolinadas en torno a la iglesia de San Lorenzo. La celebración anual del santo patrón da de manera anual, un interesante carácter festivo a toda la población.
El museo Ik'alojov resume dentro de una casa tradicional de paja y barro, la riqueza cultural zinacanteca. La carretera que conduce a Zinacantán desde San Cristóbal, pasa por la labor de Esquipulas, bello ejemplo de la arquitectura rural de los Altos donde se firmó en 1869 la tregua de la guerra de castas. Prosigue bordeando los pies del cerro Huitepec, donde se ha constituido una reserva ecológica.
San Juan Chamula
Conformado por tres barrios este centro ceremonial tzotzil, distante 17 kilómetros de San Cristóbal de Las Casas, se encuentra situado en un valle escogido, según la tradición, por el propio San Juan. No solamente los cerros marcan los espacios sagrados sino también las cruces, cuyo profundo significado mezcla la tradición cristiana con las raíces prehispánicas. Las ruinas de San Sebastián encuentran a la entrada del camino que conduce a la plaza, sede de las autoridades, del mercado y de la iglesia, separada ésta del mundo profano por un amplio atrio bardado. De construcción colonial. debe su fama a la atmósfera mágica de su interior. El carnaval chamula o kin tajimultic, que se celebra en el mes de febrero, aglutina aspectos precortesianos dentro de un contexto completamente cristiano, convirtiéndolo en una de las festividades, más atractivas del país.
San Andrés Larráinzar
San Andrés Larráinzar, otra comunidad tzotzil, situada a 22 kilómetros de San Juan Chamula, funciona también a la manera de un centro ceremonial que arriban miles de personas durante las celebraciones del santo patrón y el carnaval. A la primera llegan de visita en procesión santa Marta y Magdalena, patronas de otras comunidades del mismo municipio. Ambas imágenes portan huipiles tradicionales de gran lujo. Las mujeres de San Andrés y de las comunidades cercanas crean grandes obras textiles en cuyos diseños se teje la historia mitológica. En los huipiles aparecen santos, sapos, flores, milpas y mariposas; éstas son símbolos del sol y centro del universo cuadrado de los mayas. Los paisajes que arropan los caminos entre estas poblaciones se encuentran llenos de misticismo y de una belleza que amerita la admiración con mucha tranquilidad. Esta comunidad tzotzil es famosa por haber sido sede de la firma de los Tratados de San Andrés en 1995.
San Pedro Chenalhó
En la mitad del corazón del territorio tzotzil y a unos 77 kilómetros de San Cristóbal, se localiza San Pedro Chenalhó, savia antigua, enclavada en el fondo de los tejidos montañosos que conforman los Altos de Chiapas.
Chenalhó es un bastión de resistencia étnica y orgullo maya; un lugar depasos perdidos y reencuentros mitológicos; un tiempo presentado entre oleadas de visiones del pasado que llevaban al visitante a ponerse en contacto directo con nuestras raíces. El caserío está hundido en el seno de una cañada que al oriente tiene una pared que se levanta hasta mezclarse con el azul del cielo y tocar las nubes e impide por muchas horas el paso de los rayos solares del amanecer. Este muro es el cerro Baj Xulúm.
Como en otras poblaciones tzotziles, en Chenalhó la belleza y la tradición están patentes en los textiles y las fiestas, en particular, en la celebración del carnaval, la cuaresma y la de san Pedro en junio. En los huipiles aparecen símbolos relacionados con mitos antiquísimos. Durante la fiesta de las ánimas, los tzotziles de Chenalhó tienden una cuerda que va del campanario a las tres cruces que están en el atrio, y con esto crean un espacio sagrado en el que los muertos podrán montar a caballo, pasear, tomar posh, bebida embriagante tradicional, y platicar como lo hacían en vida.
Los caminos de tzotziles después de Chenalhó se internan por otros poblados ricos en tradiciones y belleza textil como Santa Marta, Santiago El Pinar, Aldama, Chalchihuitán y Pantelhó, todos ellos situados entre el paisaje montañoso y de pinares que identifica a los Altos de Chiapas.
Ixtapa
Con la sal como elemento toponímico y otrora generadora de la historia y de la principal actividad comercial de Ixtapa, esta población tzotzil que se encuentra a 46 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez, tiene como eje central de toda su actividad a la plaza central, enmarcada por una exuberante ceiba y la iglesia de La Asunción, de carécter colonial. Varias comunidades tzotziles de los alrededores de Ixtapa han crecido en torno a los cascos de antiguas haciendas del siglo XIX. El paisaje del entorno también ofrece la frescura de las pozas de los ríos como el de Las Lajas.
Soyaló
Esta población, a poco más de 60 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez, ha sufrido una importante restauración de su colorida arquitectura tradicional en los últimos años, luciendo un nuevo rostro para los visitantes. El simpático caserío se organiza a partir de la plaza presidida por la antigua iglesia de San Miguel. Principalmente productor de ixtle, ocupa uno de los tantos valles que deja a su paso la carretera que toma el rumbo norte de Chiapas. Ahora gracias a la carretera que lo une a Chicoasén, funciona como punto de contacto entre las tierras tzotziles y zoques. De Soyaló al norte, el camino pasa por Bochil, tierra productora de hermosos textiles.
Simojovel de Allende
A 118 kilómetros de Tuxtla Gutiérrez. se encuentra Simojovel, lugar de encuentro entre tzotziles y tzeltales. Sus casas se trepan por las laderas de las montañas rodeadas de cafetales y naranjales. La sencilla iglesia colonial de San Antonio de Padua preside su plaza. Esta es la tierra del ámbar, resina fósil de los árboles mesozoicos considerada como amuleto por los pueblos de Chiapas. Las minas de ámbar chiapanecas son, a la par de las de República Dominicana, las únicas de América.
Desde aquí es posible llegar por caminos rurales a magníficos paisajes fluviales del río Catarina. Entre ellos destaca La Boquilla o itzantún, un lugar donde con inusitada fuerza el Catarina atraviesa las montañas por una estrecha garganta. Un importante porcentaje de la población se dedica a la extracción y procesado del ámbar. El de Simojovel data de hace 25 a 40 millones de años. Se extraen alrededor de 300 kilogramos mensuales, que equivalen a 90 por ciento de la extracción del producto en México. Bello ya en su forma natural, trabajado por los orfebres y escultores de la propia Simojovel, así como de las ciudades de San Cristóbal, Chiapa de Corzo y Tuxtla Gutiérrez. el ámbar se transforma en verdaderas obras de arte. Su uso como talismán y pieza de valor de intercambio, ha sido registrado por la arqueología y la crónica histórica.